MAYORES DE 18 AÑOS

jueves, 30 de diciembre de 2010

Dulce y salvaje Navidad


Despertar dulce, caliente, sintiendo la necesidad uno del otro, la avidez de nuestras bocas hambrientas, los delirantes besos que nos abrían los poros de la piel.
La piel reclamando su parte de dicha, erizándose el vello en cada caricia. Tu polla, casi exigiendo orgullosa el tributo de mi boca; fustigando, luego, mi clítoris, hasta llevarme al borde del orgasmo.
Me sorprendió tu fuerza poderosa que te hacía mi dueño absoluto, que te hacía dueño de ti mismo, y me hacía olvidar el tiempo.
Me sorprendió mi flujo resbalando por mis muslos hasta mojar las sábanas, la pasión de tus embestidas, el orgasmo que estalló en mis entrañas como un volcán indominable, eco de antiguos orgasmos casi olvidados.
Me encantó la tibieza y la dulzura de tu leche resbalando por mis nalgas en una caricia final.
Definitivamente, los milagros navideños existen.

¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!
(el mío lo será)

jueves, 23 de diciembre de 2010

Niebla en Navidad


Así como quien no quiere la cosa, ya estamos metidos en la vorágine de la Navidad. Hasta el año pasado creía que no me gustaban estas fechas, pero he llegado a la conclusión de que lo único que tienen de malo es que se gasta mucho, y que las amas de casa no paramos de trabajar. Y eso es justamente lo que no me gusta. Pero prefiero fijarme en las cosas buenas: las reuniones con la gente que quieres, el cariño, las comidas deliciosas... No son cosas que deban caer en el saco de lo desdeñable, al contrario, son cosas que hay que disfrutar y vivir intensamente, porque en cualquier momento puedes quedarte sin ello.
Esta mañana, al sacar al perro a pasear, he pensado que hacía un perfecto día de Navidad, si lo hubiera sido. Después de varios días de lluvia imparable, la densa niebla se ha vuelto a apropiar del pueblo. Me encanta la niebla. Me hubiera gustado perderme en su abrazo húmedo durante más tiempo, pero me esperaba una dura jornada de trabajo, y no he podido disfrutar de un relajante -aunque frío- paseo por las afueras del pueblo. Ya sé que hay países en los que en Navidad suele hacer sol y un calor horrible, sin embargo, yo no estoy acostumbrada a eso. Aquí acostumbra a hacer frío, pero si sale el sol ya no me parece Navidad, y eso que me encanta el sol, pero no en estas fechas. Sin embargo, el hombre del tiempo ha amenazado justo con eso, con que en Navidad, habrá sol. Ya veremos...
Este año, las luces de Navidad se han encendido más tarde que de costumbre, y parece que hay menos. Una sabia decisión de un ayuntamiento que gracias a la crisis y a la mala gestión económica está arruinado.
Pero no quiero que falte la luz en mi Navidad particular, a pesar de que ya va a ser el tercer año que faltan personas muy importantes para mí. No quiero que falte luz ni en mi Navidad, ni en la vuestra, así que eso os deseo, mucha luz y mucha alegría, mucho amor, en compañía de vuestros seres queridos. Supongo que encontraré algún momento para volver a escribir antes de que termine el año, así que permitidme que os desee, de momento,

¡¡¡MUY FELICES FIESTAS!!!

viernes, 17 de diciembre de 2010

Descripción

Soy muy contradictoria.
Soy tranquila e impaciente;
a veces dura pero a veces tierna;
puedo ser fría o puedo ser muy caliente;
unas veces dulce, otras salvaje;
la bondad en persona, o una cabrona de mucho cuidado;
sencilla y complicada;
segura y vacilante;
frágil como una niña o fuerte como una leona;
a veces santa, a veces puta.
Un poco peligrosa.
Imperfecta.
Persona.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Cabeza neblinosa

He estado unos días como el tiempo, quizá sigo estándolo. Hace días que desde mi ventana podía ver el mundo cubierto de niebla, una niebla densa, blanquecina, húmeda. En realidad, poca cosa más que niebla se veía. Podían verse esbozos de casas, más claras cuanto más cercanas a mi ventana, levemente insinuadas cuanto más lejos. El campanario de la iglesia de San Jaime tan pronto estaba como dejaba de existir fagocitado por las nubes invadiendo el pueblo. Todo árbol, toda farola, toda calle, presentaba un aspecto fantasmagórico y confuso, y el frío se colaba entre las ropas hasta calarte los huesos. Pero ayer empezó a soplar algo de viento, no demasiado fuerte, pero sí lo suficiente como para limpiar el pueblo de niebla y dejar el cielo radiante y límpido, con un alegre sol, y un frío cortante.
Así estaba mi mente estos pasados días, llena de niebla, sin ver claro nada. Había conocido a Pablo a través de internet, habíamos hablado dos o tres veces por messenger, había leído su blog, se había masturbado para mí ante la cam, pero veía un encuentro con él muy lejano, por falta de oportunidad. Luego, la oportunidad surgió. Bueno, no tanto una oportunidad clara, sino una pequeña posibilidad. Mi marido empezó a trabajar fuera y estaría muchos días sin venir a comer a casa. De repente se hizo la luz y pensé que quizá fuera posible aprovechar uno de esos días para encontrarme con Pablo en Barcelona. Es un hombre simpático, más o menos agradable, con una confianza y una seguridad en su atractivo sexual que te desarma, y además está como un queso. Y ése es el mal, que lo sabe, y que le gusta. Es un narcisista puro. Le encanta que le digan que está bueno, pero que él deje ver que algo de ti le gusta, ya es más complicado. No sé, igual no es él, igual soy yo, que soy un poco narcisista también y hasta ahora estaba acostumbrada a que los hombres me dijeran cosas bonitas y excitantes de mi cuerpo, del que por otra parte no estoy muy segura, aunque pueda parecer que sí. Pero que un hombre me demuestre claramente que le gusto siempre reafirma mi seguridad en mi misma, me siento más relajada y me muestro más como soy de verdad. No es que él no me haya dicho nada agradable, pero le cuesta más que a otros hombres. Le envié fotos de mis pechos. Al principio me dijo que tenía un precioso canalillo, más adelante en vez de decirme que le gustaban mis tetas me dijo que tenía unos preciosos rizos, ¡y yo no había fotografiado mis rizos, sino mis pechos! Aparecían un par de rizos en una esquinita. Empecé a pensar que quizá no le habían gustado mis tetas y que me había dicho eso por no hacerme un feo. Empecé a pensar que quizá yo no le gustaba. Intenté hablar con él por messenger otra vez. Lo necesitaba para aclarar las cosas. Me dijo que no podía que estaba muy ocupado. Anteriormente le había comentado la posibilidad de encontrarnos la semana antes de Navidad, y él pareció entusiasmado con la idea pero después , con todos estos acontecimientos, lo vi todo tan confuso y me sentí tan insegura que le dije que como estaba tan ocupado y yo también lo estaba, que mejor lo dejáramos para cuando no lo estuviéramos. Estaba enfadada con él, me sentía un poco estafada. Me contestó que no me preocupara. Yo creía sinceramente que no nos encontraríamos nunca porque no lo veía suficientemente interesado en mí.
Pero ayer salió el sol y poco a poco lo he visto de otra manera. Al principio de chatear me dijo claramente que no solía conectarse, así que es hasta cierto punto lógico que no se conecte tampoco ahora. Y si bien yo quizá necesitaría que me hiciera un poco más de caso, es claro que él entiende que si no nos encontramos ahora nos encontraremos más adelante. Él no tiene prisa porque oportunidades para follar tiene todas las que quiere y más. Ninguno de los dos pretende enamorarse, y tampoco es que me haya descuidado absolutamente. Siempre comenta lo que digo en el twitter, por lo menos siempre que lo considera oportuno. Si me tiene que contestar algo amable, lo hace, si me tiene que contestar algo caliente, también contesta, con muy buen rollo.
Supongo que ha sido un pequeño palo a mi vanidad, pero debo entender que no todo el mundo tiene el mismo carácter, que hay hombres muy salerosos, que les gusta echar piropos constantemente, hombres galantes y cariñosos, y otros que son más secos y escuetos, y éste me parece que pertenece a este segundo grupo. A mí me gusta que estén por mí, me hace sentir más segura como ya he dicho antes, pero bueno, en el fondo sólo se trata de echar un polvo, no voy a casarme con él, el hombre está como quiere y además es interesante. Creo que no debería echar la toalla tan pronto si sólo quiero echar un polvo con ese bombonazo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Frustraciones sexuales

A veces soy cruel, pero otras veces pienso que aún me quedo corta.
-Así que chocolate a la taza, ¿eh?- ha dicho esta mañana mi marido, así como si tal cosa, al ver lo que estaba desayunando. Me han dado ganas de contestarle: "Ya sabes lo que dicen, que es un buen sustituto del sexo", pero me he callado. Me he callado porque no quería hacerle daño. Sin embargo, ¿se da cuenta él del daño que me está haciendo a mí?
Ayer, otra vez intentamos follar, otra vez la cosa prometía mucho al principio. Me sentía caliente, y su polla parecía dispuesta a pasarlo bien, pero otra vez la cosa acabó mal. Como siempre en los últimos años. Es como si de repente, no nos entendiéramos sexualmente. Y no es falta de deseo, por mi parte puedo asegurarlo, por la suya creo que también.
Sé que me casé con un hombre menos ardiente que yo. Al principio no supe verlo, nos conocimos muy jóvenes, los dos vírgenes (así que no pude comparar con nadie), y cuando se es joven a todos nos arde la sangre. Pero cuando pasan los ardores juveniles es cuando te das cuenta de quién es ardiente de verdad, o sólo templadito. Aún así, yo estaba muy enamorada, tanto que no me daba cuenta de nada. Además, en ese tiempo, antes de casarnos, a pesar de no ser tan ardiente como yo, mi marido se las apañaba bastante bien para darme placer, y me tenía bastante satisfecha. Cierto, era más joven, más resistente, y no tenía problemas de erección como ahora, ¡y además tenía la polla más grande! Debe ser que de tan poco usarla y tan mal, se le está encogiendo.
Durante algún tiempo tuvo una depresión y los medicamentos que tomaba lo dejaron sin líbido alguna, pero incluso sin tomar estos medicamentos estuvimos varios años follando sólo dos o tres veces al año. Este verano parecía que la cosa fuera a cambiar. Su líbido parecía estar viva otra vez, me miraba como con más deseo, parecía que tuviera más ganas. Sin embargo, follaba y sigue follando como un auténtico energúmeno. Yo estaba contenta, porque creía que al tener más ganas iría mejorando con mis indicaciones. Pero lo reconozco, no tengo paciencia. Después de tanto tiempo de estar juntos, se me hace extraño que deba volver a indicarle que me tiene que acariciar y besar más, dónde me tiene que tocar, cómo tiene que hacerlo. Es como si hubiera perdido la práctica. Y yo no tengo ganas de hacer de maestra. Después de veintitrés años de relaciones sexuales (aunque pocas) se supone que no deberíamos estar así. A la que me descuido ya me la ha metido. Sin fantasía, sin imaginación. Y eso no sería malo si supiera cómo usarla y además no perdiera la erección, pero a los cinco minutos de, muchas veces, un anodino vaivén, se le empieza a desinflar, pierde erección, se desespera, se masturba para que vuelva la erección, a veces se la chupo porque eso es lo más efectivo, me la vuelve a meter, unos pocos minutos más y repetición de la jugada. Cansancio, más desesperación, para al final acabar con un desanimado "más vale que lo dejemos". Frustración por una parte, más frustración por otra, desencanto, desilusión, tristeza, rabia. Da lo mismo que yo me mueva debajo de su cuerpo (o encima) siguiendo el ritmo, que lo acaricie, que lo bese, que lo lama, que lo muerda, que lo arañe, que diga palabras obscenas, que grite o que no diga nada. El resultado prácticamente siempre es el mismo.
De acuerdo que tiene problemas fisiológicos, de acuerdo que no sólo lo paso mal yo sino que él también, pero lo que yo no entiendo es que no haga absolutamente nada para solucionarlo. Parece que le da igual hacerme feliz o no, y lo que es peor, parece que le da igual ser feliz o no él mismo. Y tampoco puedo hablar abiertamente de todo esto con él, porque entonces se siente herido, pobre, y podríamos caer otra vez en la depresión. Si por lo menos pudiera hablar con él y pudiera hacerle entender que yo no puedo seguir así, por mucho que lo quiera, que yo necesito algo más, algo que parece que él no necesita, que para mi estabilidad psiquica, ya que no me da él lo que necesito debería aceptar que lo buscara en otros. Porque nos amamos, nos entendemos muy bien en todo lo demás, formamos un buen equipo... menos en el sexo.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Sueños


Los sueños son necesarios. Pobre de aquel que no sueña nunca. Pero hay sueños y sueños. En el anterior post hablé del sueño americano, como de algo negativo. Al hablar de eso no me refería a soñar así en general. Los sueños sirven de guía, de pauta, pero el sueño americano dice que se puede conseguir cualquier cosa si se lucha por ello con todas las fuerzas, y eso es peligroso, porque no siempre es verdad, lo sé por experiencia. Y en el momento que te das cuenta de que por mucho que luches no vas a conseguirlo, te desplomas.
Yo ahora, por ejemplo, tengo planes, eso sí, siempre a corto plazo. Y tengo sueños, pero sabiendo que están ahí como una estrella que guía mi camino, el cual recorro paso a paso, sin prisas, disfrutando mientras tanto de ese camino. Si nunca alcanzo la estrella, por lo menos me habré llevado bellas experiencias que también habrán enriquecido mi vida, en vez de matarme las ilusiones dándome cabezazos contra la pared. Después de todo, tampoco hace falta correr mucho. Al final vamos a llegar todos al mismo destino.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Sentir, vivir

Una vez estuve muerta. Hace ya unos años. Me había empeñado en vivir una vida que parece ser que no era la que me tocó en el sorteo. Me había empeñado en hacer un plan detrás de otro, y luché y luché por conseguir aquello que me había propuesto. Me di una y otra vez de cabeza contra la pared, y con cada nuevo cabezazo una parte de mi alegría y de mi ilusión moría. No, el sueño americano sólo es un sueño, visiones irreales de futuro en un mundo inexistente. Es curioso, porque en realidad yo no pedía nada especial, yo sólo quería lo que quiere el común de los mortales: un trabajo, un marido que me amara y me lo demostrara, una casa, unos hijos, un coche, una vida más o menos agradable. Pero no era eso lo que la vida me destinaba. A mí me tocó en suerte una carrera de obstáculos desde que me casé. Como he dicho antes, un contínuo darme de cabezazos contra las paredes. Y con tanto cabezazo, al final acabé casi en coma. En coma emocional. Primero fue apatía, luego tristeza, y finalmente una absoluta indiferencia. Estaba muerta en vida, y eso es lo peor que le puede pasar a una persona. No sentía nada, me daba todo igual, me importaba una mierda lo que pudiera pasar a mi alrededor. Estaba muerta, enterrada en un ataud emocional cubierto de tierra formada por montones de desilusiones. Lo único que me ataba mínimamente a la vida era el sexo, pero tampoco es que hubiera mucho sexo en mi vida en ese momento. El sexo era lo único que me daba algo de alegría, algo de calor, no sólo a mi piel, sino a mi corazón. Creo que si no hubiera sido por esos pequeños momentos de alegría, me hubiera dejado morir de verdad. Nunca dejé de sentir deseo por mi marido ni en los peores momentos de mi depresión, quizá porque nunca tomé medicamentos contra ella. Cuando por fin llegué al final del pozo, lo cual me costó unos cinco años, me di cuenta de que sólo podía hacer dos cosas, o remontaba y salía del pozo, o me quedaba ahí en el fondo y me dejaba morir definitivamente. Reaccioné, entendí que estaba físicamente viva, que la vida era un regalo y que hay que VIVIR, con cada célula del cuerpo, con cada gota de sangre, con cada poro de la piel. Comprendí cuál era el camino que me había llevado hasta esa situación. Entendí que mi cabeza me había llevado hasta donde estaba. Pensar demasiado, planificar demasiado, rebelarme contra los golpes de la vida, no había hecho más que agotar mi fuerza interior. Me sentí con ganas de VIVIR otra vez, de sentir, aunque fueran cosas malas. Era mejor sentir dolor que no sentir nada, quería oler, quería saborear, mirar, escuchar, tocar, amar, gozar del placer, gozar del dolor, SENTIR, SENTIR, SENTIR, SENTIR... VIVIR, aunque me dejara la piel en ello. Me hice la firme promesa de que jamás me negaría a sentir lo que la vida me ofreciera, y decidí no hacer planes nunca más. Me tiré de cabeza al río y me dejé acariciar por la corriente, me dejé llevar mecida cómodamente por las aguas, y por fin fui feliz.
No tenía casi nada de lo que había soñado, pero me daba lo mismo. Ya no le pedía nada a la vida, pero me mantenía con los sentidos bien despiertos para aprovechar lo que me ofrecía, dentro de mis posibilidades. La vida es hermosa, sólo hay que saber verlo y dejarse llevar.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Dos de cal y dos de arena

Me siento idiota. He dejado escapar la oportunidad de ganar siete mil euros. Así no voy a llegar a ninguna parte. Estúpida, estúpida, estúpida... Tenía el relato perfecto, ni siquiera tenía que escribirlo, ¡ya lo tenía!, y he dejado pasar la oportunidad de presentarme al concurso literario mejor dotado económicamente por palabra escrita, puesto que el relato no debía pasar de seiscientos caracteres. ¿Y todo por qué? Por ser demasiado despreocupada, demasiado tranquila, por tener demasiadas cosas en la cabeza que me hacen olvidar las cosas importantes, ¿quizá por tener demasiado sexo en la cabeza? Sabía que tenía pocos días de plazo para presentar mi relato, pero creí que hasta el veintinueve de este mes tenía tiempo. Ayer lo miré y el plazo terminaba el veintitrés. ¡Soy un desastre! Así no voy a llegar a ninguna parte. Debería hacer algo por recuperar la concentración que perdí con el vaivén emocional que supuso la ruptura de mis relaciones con Marc. Desde entonces, hace ya más de un año, no he vuelto a ser la misma. Justo ahora parece que empiezo a ver una luz de esperanza, tanto escribiendo como ligando, pero no, he recuperado la inspiración, he dado un pequeño paso adelante en el buen camino, pero no he hallado todavía la concentración necesaria para escribir. Tengo que hacer alguna cosa, porque si no, no voy a conseguir nada bueno en la vida.

Antes de ayer chateé de nuevo con Pablo. No habíamos quedado a ninguna hora, ni siquiera sabía si aparecería. Entré en el messenger a las once y media y no había nadie, parecía un desierto. Me dediqué a navegar por internet, esperando su posible aparición. Faltaban unos minutos para la una, ya me iba a la cama, y de pronto, mi ordenador me avisa de que él había entrado en el chat. No me lo podía creer. Hablamos, hablamos mucho, y de cosas de las que habíamos hablado poco aún, es decir, de sexo. Bueno, sí que habíamos hablado, pero sin concretar demasiado, y sin hablar de mi apariencia física. Sí, lo confieso, me gusta ir despacio, tanteando los pasos que voy dando. Tanteándolos y disfrutándolos. Mostrándome poco a poco. Paladeando la conquista, y antes de ayer la disfruté mucho. Empezó diciendo que le dolía la cabeza, que estaba muy cansado del trabajo y que le contara algo, y acabó afirmando que yo le apetecía mucho. Y yo empecé sin saber qué contarle, y acabé con las bragas completamente mojadas. Y en medio, algo parecido a un polvo cibernético, pero sin serlo. Hubo algún momento en que creí que sí pretendía serlo, y me estaba decepcionando porque todo el rato me cortaba el rollo intercalando preguntas, pero al final resultó que no lo era, y yo pensé que menos mal, porque de lo contrario vaya mierda de polvo. Excitada a tope, sí, pero sin acabar de rematar. Me dijo que ya echaríamos uno, que ya habría ocasión.

Ayer por la mañana me envió varios correos. Me sentí muy feliz, porque parecía que mi conquista era firme. Mi móvil me avisa cada vez que me llega un correo electrónico, así que pude leer todos sus correos al instante. Me propuso que por la tarde chateáramos de nuevo, pero con la cam encendida. Le dije la verdad, que no tenía. Le dio igual. Quedamos en que él sí la encendería. Quería masturbarse para mí. Dudé. Dudé sin saber el porqué de la duda, pero al final acepté. En parte, ocurría que más o menos a esa hora había quedado con otro de mis amigos, con Juan, y sabía que con éste sí que remataría la faena que el otro había dejado a medias, pero había algo más y no acababa de verlo claro.

A la hora que habíamos quedado me conecté. Ahí estaba él, más chulo que un ocho, musculoso, con su enorme polla entre las manos ya erecta. Todo un espectáculo para ver. Como ya estaba caliente, después de saludarle, empecé a tocarme también, mientras observaba sus manipulaciones fálicas... o mejor dicho, mientras observaba lo que la cámara me dejaba ver, porque de vez en cuando se colgaba quedando la imagen inmóvil. Yo no sabía qué hacer. Le escribí que me gustaba mucho lo que veía, cosa cierta, pero... entre la cámara que iba como le daba la gana, ciertos signos que no entendía que salían en la ventana de diálogo y no saber si lo que yo escribía lo leía él o no, porque no me contestaba, no podía concentrarme en mi propio placer. Al final, él se corrió, o eso pareció, porque yo no vi su eyaculación. Estaba demasiado alejado de la cámara para ver bien ese detalle, y yo me quedé completamente fuera de lugar, caliente, aunque no tanto como el día anterior, y por supuesto, sin correrme. Luego, me dijo que iba a ducharse y cortó por lo sano, sin esperar a que dijera nada. Jarra de agua fría corriendo por mi cuerpo. Hacía mucho tiempo que no había follado con nadie que se exhibiera para mí con cámara, y no recordaba que nunca había resultado bien. Conclusión: no me gusta follar por internet con cámara. Los hombres se olvidan de que las mujeres no somos tan visuales como ellos, y creen que nos va a poner a mil ver como se masturban sin ningún aditamento más. Y lo cierto es que yo creo que soy más visual que muchas mujeres, pero no como para que me corra sólo por ver una mala transmisión de una masturbación. Faltaron palabras, faltaron gemidos, faltaron muchas cosas que estimularan mi imaginación. Al final, con su precipitada marcha (supongo que no quería que lo pillara su mujer) me quedó una duda. ¿Será esto lo que entiende él por un polvo cibernético? Desde luego, no es lo que yo entiendo.

Decidí pasar página, y esperé a mi amigo Juan. Habíamos quedado hacía media hora, pero todavía no había aparecido. Mejor, así no había tenido que esperarse. Tenía ganar de echar un buen polvo, pero faltaban quince minutos para que llegara mi marido de trabajar. Le dije a Juan que mejor esperábamos, para que no me pillara a medias. Me contestó que eso le daba morbo y que me tocara. Me resistí, pero el muy cabrito insistió exigente. Lo hice. Sus palabras excitaban mi imaginación como no lo habían hecho las imágenes del precioso cuerpo de Pablo. Me corrí con el mejor orgasmo que he tenido nunca con él, fue maravilloso. Lo peor de todo esto es que él no puede correrse conmigo. Trabaja de cara al público, aunque nunca ha querido decirme de qué, y es entonces cuando aprovecha para encontrarse conmigo. Menos mal que trabaja sentado porque si no, me imagino la cara de algunos de sus clientes. Ayer, antes de despedirnos, me dijo que era muy mala porque no paraba de gotearle la polla, que notaba su calzoncillo mojado. Le contesté que sí, que soy muy mala, que me encantaba utilizarle para mi placer.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Obsesiones y coqueteos

Estoy obsesionada con un tío, tanto que a veces no puedo dormir pensando en él y en el deseo que me provoca. Pero no es sólo obsesión por su cuerpo, que la hay y mucha, es también obsesión por su mente, por su vida, por sus sentimientos, por todo él. Me he leído su blog, en el que habla de todo eso, de cabo a rabo; he visto fotos suyas, vídeos, incluso he hablado con él por messenger. Mi cuerpo lo desea ardientemente porque me gusta su mente. Sí, también está como un queso, pero un cuerpazo como ése sin esa mente perdería mucho interés para mí. Desde luego, no me obsesionaría tanto. Tenemos una charla pendiente, que estoy loca porque derive en cibersexo, sin embargo, nunca nos ponemos de acuerdo. ¿Estará jugando con mi deseo? Lo que dije, tiene una mente perversa. Es un cabronazo... pero a muchas mujeres nos gustan los hombres que son cabrones en la cama (otra cosa es fuera de la cama). Me atrevería a decir que a todas, sólo que muchas no lo saben.
Ayer me encontré a mi amigo el carpintero y echamos un ratito de charla. Siempre coquetea ligeramente conmigo. Sé que le gusto, pero que la cosa nunca pasaría del simple coqueteo. ¿Nunca? Bueno, no lo sé. Desde luego, es demasiado amigo de mi marido, y yo tampoco pienso darle pie a nada más. Vivimos en un pueblo demasiado pequeño, y llegar a algo más, sería mi suicidio social.

lunes, 22 de noviembre de 2010

No soy perfecta

No soy perfecta, ni por fuera, ni por dentro. Y muchas veces me he creído más perfecta de lo que soy, y cuando me he asomado a mi interior, he contemplado incrédula que aquello que creía ser, en realidad no era más que el producto de mi propia fantasía, alguien que en realidad no existía.
Bueno, tampoco dramaticemos. Que no soy perfecta, siempre lo he sabido, pero de vez en cuando me sorprendo a mí misma, mostrando algún aspecto mío que es mucho menos brillante de lo que yo había creído hasta entonces.
En realidad, no es algo que me torture. Soy como soy, y me acepto, y me quiero tal como soy. A ver, si no me quiero yo, ¿quién me va a querer? No sé, son más bien pequeñas decepciones que tengo conmigo misma. Sí, de vez en cuando me creo la rehostia. Algo así como un ser lleno de Luz y Amor... y no, más bien soy claroscura, y algunos de mis rincones más oscuros son completamente negros.
Supongo que es lo de siempre, el Mr.Hyde que todo Dr. Jekill lleva consigo acoplado de serie, ése que casi nadie quiere admitir que tiene, pero que está ahí, oculto en nuestro interior, el que escondemos, el que sólo muy de vez en cuando dejamos bramar, al que le ponemos cadenas cuando lo sentimos golpear las paredes de nuestra alma, rabioso e incontenible. Pero eso es peligroso, o a mí siempre me lo ha parecido. De vez en cuando, hay que dejar salir al Mr. Hyde que llevamos dentro, para que su furia se aplaque antes de que sea totalmente incontrolable. Y yo lo hago. Y no está mal. Las cárceles, la falta de libertad, no hacen más que excitar lo peor que llevamos dentro, y la peor carcel de todas es la carcel del espíritu.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Desnudo integral

Hasta ahora he tenido siete blogs, y en ninguno he hablado de mí. Bueno, un poco sí, claro, es casi inevitable hablar de una misma en un medio como éste, en el que hay cierta interacción entre las personas, pero nunca me he desnudado totalmente. Estoy hablando de forma metafórica, claro. Para mí es mucho más difícil desnudarme mental, espiritualmente, que desnudarme físicamente. Después de todo, el cuerpo sólo es un disfraz que oculta nuestra alma, nuestro verdadero yo.
Esta vez sí, lo probaré, me desnudaré mental y espiritualmente (aunque en realidad, quizá todo sea lo mismo). Sacaré de mi interior mis glorias y mis miserias, y los expondré a la luz descarnadamente.